domingo, 14 de noviembre de 2010

LECTURA CALLEJERA

Los susurradores

¿La literatura se puede pensar conjuntamente con el cuerpo? ¿Se entrecruzan en el ejercicio mutuo estos conceptos?¿Leer se parece a moverse, sentir, expresarse, bailar, danzar?

Cuando leemos un libro nuestro ser se activa, se emociona, imagina, recrea, fantasea; algo en nuestro cuerpo entra en acción, y ésto, responde a nuestra necesidad de satisfacer diferentes ansias; en este caso las ansias de leer. La emoción de tener un libro en nuestra manos representa la inquietud de saber de qué se trata, ésto es una activación del cuerpo , donde entra en desequilibrio, una movilización del mismo, el que pide que saciamos la necesidad de conocer el contenido del libro.

Por otro lado el cuerpo puede producir infinitas acciones, pero una de las más apasionantes de este conjunto (cuerpo-mente mente-cuerpo) es la “apropiación”. La apropiación de una danza, en la que se proyectan el arte de lo contemporáneo y la literatura, fusionándose, donde el cuerpo se deja llevar y es él al que se debe leer; por una música, donde las infinitas melodías resuenan en nuestros oídos provocando placer; apropiación de un deporte, donde el cuerpo se estremece por la adrenalina y naturaliza cada movimiento; la apropiación de un libro, una lectura, un texto, donde cada cuerpo le da vida propia, el sentimiento, la pasión, el deseo de continuar leyendo…

En síntesis, la apropiación de algo, de infinitas cosas, es hacerla mía, hacerla propia, hacerla tuya, de nosotros, y en este accionar, darle vida.

Entonces si la literatura provoca tal estremecimiento en nosotros ¿Qué es lo que nos motiva, que nos mueve el cuerpo?

Sabemos y conocemos infinitas maneras de leer, leer una imagen, una melodía, una pintura, el arte, el sol, el mundo; cosas que atrapan nuestra atención sin darnos la menor cuenta, estas son diferentes maneras de leer; pero encontramos una muy particular, leer escuchando, y escuchar leyendo.

¿Podemos leer mientras escuchamos, y escuchar mientras leemos?

Claro que si, el leer en voz alta escuchándonos es una manera de conocernos a nosotros, escuchar una parte de nuestro cuerpo que es la voz, darle diferentes entonaciones, esto a la vez nos permite compartir la lectura con otros. Y aquí tomaremos unas palabras prestadas:…”Dice Steiner que el lenguaje contiene mundos, es políglota y que cuando hablamos,” oímos entrelineas”. El matiz puesto en el “entre líneas” convierte al oir en “prestar oído” y lo aproxima a escuchar. Ese oír transformado supone intencionalidad, conciencia, actividad y no es solo el registro pasivo y a veces distraído de los sonidos del otro”.

¿Se puede leer nuestro cuerpo?

En nuestra experiencia con los susurradores pudimos percibir algo de lo que dejábamos en el otro, en ese otro que nos prestaba su oído y que a través de gestos nos demostraba su placer o displacer al oírnos… fue algo muy fuerte lo que sucedió allí, sentimos que algo, aunque mínimo, dejábamos en ellos; asombro, goce, descontento o lo que fuere… pero si es seguro que una señal sobrevino…. Un sobrevenir quizás igual al que nos atravesó a nosotras en la experiencia; en las clases, en las que las diferentes lecturas provocaban un devenir de experiencias, posibilidades enriquecedoras; en esas clases en que logramos hacer hablar a nuestros cuerpos, en las que la voz estaba ausente, pero que a la vez resonaba por nuestros ser…

Por eso enfatizamos en esta maravillosa experiencia, en la que transmitimos lo que a nosotras nos flechó, lo que nos atravesó el cuerpo, ”lo que nos clavó su punctum”, al decir de Barthes, la literatura atrapada en nuestras mentes fue leída, con la sola intención de flechar a las personas que nos rodeaban, ya no estábamos leyendo íntimamente sino que habíamos emplazado la palabra sin darnos cuenta, la habíamos transformado a nuestra manera, y de este modo solo la expresábamos a los demás, quienes con su propio cuerpo demostraban… lo que con palabras podían…Esa experiencia renovadora, inmersa en un mundo de palabras, frases, cuentos, coplas, nos llenó el corazón, dejando nuestro mundo interior, nuestro cuerpo, con ganas de volver a resonar en el cuerpo de otros…

Cristina Gisbert